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El Trapecio: al acecho de los hechos

Novela

Sinopsis: Samuelito, un joven acomodado oriundo de Villalibre, regresa a su ciudad natal a trabajar como reportero raso del tabloide sensacionalista El Trapecio.

Allí se verá involucrado de manera circunstancial en un escándalo que habrá de sacudir los cimientos de la por demás fastuosa y señorial sociedad libreña.

Novela publicada por la editorial Caza de Libros (2024)

Muestras:

1. El Engaño del Tuerto (fragmento): parte de una sección de El Trapecio, presentada como un reportaje publicado por el personaje Rotundo Gómez Fuenzalida.

2. Cancionero libreño: composiciones poéticas y musicales compuestas por  personajes como Humerto Ortega: el Maestro del Tumbao.

3. Mapa/recorrido: diario visual y geográfico de los eventos en los que se ve envuelto Samuelito: protagonista de la historia.

El Trapecio.jpg
Tuerto

El Engaño del Tuerto
Rotundo Gómez Fuenzalida

Fragmento:

El pueblo de la Villa, tan crédulo frente a los ricos, los gringos y los curas, como lo es desconfiado de los pobres, los indios y los negros, hasta el día de hoy solía contar hasta cuatro ocasiones en las que el destino conspiró a favor del popular Alcalde Progreso en su camino al Ayuntamiento. Como ya expliqué en la primera parte, las tres primeras, las muertes del Fisgón original, el Poeta Reyes e Isaías Steinberg, lejos de ser accidentes, fueron etapas tan planificadas como necesarias, dentro del plan que lo llevó a coronarse y hasta la fecha perdurar como gran patriarca de Villalibre.

El cuarto, en cambio, sí se puede interpretar como un capricho de los dioses o tal vez como un acto de retaliación de parte de una naturaleza que, ultrajada y humillada por la codicia del hombre, montaba el más feroz de los contraataques, en el cual, como siempre que suceden este tipo de desgracias, habrían de ser los más miserables y desahuciados quienes terminarían pagando el precio más alto. Hablo por supuesto del Gran Terremoto del 13 de diciembre de 1960.

La mañana de ese martes que se sacudió la tierra, como en todas las mañanas de aquel verano que arrancaba con demasiado calor y pocos vientos, el Alcalde había despertado angustiado y sudoroso, a causa de los graves problemas financieros que marcaron su primer año de gobierno. A pesar de su contundente triunfo en las elecciones del ’59, en las que se había valido de El Trapecio para azuzar el sentimiento regionalista y anticapitalino de los libreños, con la misma ferocidad con la que un par de años más tarde promovería la mesiánica figura del General Escipión Reyes del Río, y enlodar a su contrincante Adalberto Larrea, quien además de ser hijo del antiguo alcalde y gobernador de la provincia: Don Rolando Larrea, era a la vez sobrino y primo segundo del entonces Presidente de la República: Don Francisco Blackburn Larrea.

La extravagante muerte de Isaías Steinberg, además de alebrestar la obsesión del General con el Indio Duarte, también atrajo la mirada del cada vez más poderoso Estado de Israel. Esto, unido a la captura de Adolf Eichmann en Buenos Aires, a los pocos meses de la proclamación de Leopoldo Bassler como Alcalde de Villalibre, llevó a que sus misteriosos patrocinadores restringieran el acceso a sus arcas, con las que el Alcalde contaba para la implementación de su ambicioso plan de gobierno. Por eso, mientras el pueblo de Villalibre buscaba sus muertos entre los escombros que dejó el Gran Terremoto, El Tuerto comprendía que, ya fuera por diligencia de dios o del diablo, la solución a sus males le había llegado desde abajo de la tierra: esa tierra que hasta hacía unas horas maldecía y deseaba que se lo devorara entero, pero que en cambio había decidido tragarse las intenciones de sus enemigos, que ya nada podrían hacer para frenar el ascenso del insaciable Alcalde Progreso.

El proyecto de reconstrucción de Villalibre inició con la bendición oficial del presidente norteamericano John F. Kennedy, cuya visita, programada como parte de su gira de promoción de la llamada Alianza Para el Progreso, coincidió con el primer aniversario del Gran Terremoto. De ahí que el Alcalde, aclimatado al ambiente de lisonjas que prevalece en La Villa, haya tenido la deferencia de bautizar el primero de los Canales Mayores de Villalibre con el nombre de la primera dama, Doña Jacqueline Kennedy, el cual con el tiempo recibiría el apodo: El Onasis.

No obstante, fue el nombre que el Alcalde dio al segundo de los Canales Mayores el que causó alarma entre las mentes críticas que habitaban la Villa, lideradas por un Gallego Valbuena que perseveraba en su lucha, a pesar de encontrarse cada vez más solo tras la muerte de Steinberg y el regreso de Pedro Domínguez a su Cuba del alma, donde también habría de morir, fusilado por los mismos hombres por quienes había abandonado su vida de placeres en Villalibre, cegado por las imágenes victoriosas de aquella revolución que derrocaba al régimen oligárquico de Batista. Alguna vez, al final de una noche de copas, Marlene me contó que el día en que bautizaron el segundo Gran Canal de Villalibre con el nombre del General Escipión Reyes del Río, sus padres comenzaron los preparativos para su exilio, en el cual decidieron que no habrían de acompañarla, puesto que después de tantos años de amores y desencuentros, tras los que finalmente, con la merma del ímpetu juvenil, habían hallado esa paz familiar de corte burgués que años atrás tanto habían despreciado, y que ahora se sentían obligados a llevar hasta la muerte, que intuían acechaba desde el Ayuntamiento.       

A pesar de las numerosas conjugaciones que se formaron durante los años que duró el triangulo amoroso entre la Gitana de Heredia y sus más fervorosos pretendientes: Leopoldo Bassler y el Gallego Valbuena (a las que se añadieron de manera intermitente varios de los ilustres nombres que entonces conformaban el libertino Club de los Espectros), como ya se mencionó, los motivos que llevaron a que se rompiera la amistad entre El Tuerto y Valbuena fueron ante todo políticos, empezando con la censura de Las Canicas de Jaimito y terminando con el fusilamiento del Gallego y su amada Gitana, ordenado desde la capital por el triunfante Dictador Reyes del Río a sugerencia de su gran aliado, el Alcalde Progreso.  

Si bien es cierto que al momento de la venta obligada del Trapecio Moderno la relación entre El Tuerto y El Gallego aún era amistosa, el hecho que Valbuena haya insistido hasta lograr que se incluyera una clausula en los estatutos del nuevo Trapecio, que le otorgaba control absoluto durante una semana al año del Fascículo de Carnaval desde el que hoy les escribo, ya demuestra cierta desconfianza de parte del Gallego. También lo lleva a uno a pensar que éste debía tener su guardado en contra del Tuerto, pero no puede ser la verdad de su origen gaucho, ya que de haberlo sabido él también se hubiera enterado Steinberg, quien como ya sabemos murió pensando que estaba a punto de atrapar a uno de los huevos de la araña.

Hasta ayer, la gran mayoría de lectores hubiera desechado la importancia de este espacio, sobretodo si tomaba como ejemplo las elecciones del ’59, en las que El Tuerto daría una muestra más de su habilidad al anunciar su candidatura a la alcaldía el miércoles de ceniza, justo después del histórico rezo matutino del Obispo Suárez Espiga, que inauguró la primera transmisión televisiva desde Villalibre y fue sucedido por la alocución del audaz Leopldo Bassler, quien había sido nombrado Comisionado Regional de Televisión hacía pocos meses, tras la muerte del ocupante original del cargo: Isaías Steinberg, quien por casi dos años fuera el responsable de solucionar los problemas técnicos que surgieron durante el proceso de introducir la pantalla chica a La  Villa (y por extensión al país entero).  

A pesar de que no duró ni cien días en el cargo, Bassler, que recién acababa de estrenar el primero de sus parches, no tuvo ningún inconveniente en proclamarse padre de la televisión en Villalibre. Y aunque todavía hay algunos que le reconocen la supuesta delicadeza de renunciar a su cargo para aspirar a la alcaldía, antes de hacerlo se aseguró de que éste pasara a don Gerardo Lombana, quien lideraba aquel selecto grupo de aduladores del futuro Alcalde Progreso al que el Cojo Ortega habría de bautizar como la Comunidad del Cepillo.

Así fue que, incluso antes del famoso debate entre Kennedy y Nixon, El Tuerto ya se había valido de la televisión, y de su tabloide El Trapecio, para derrotar a un Adalberto Larrea que nunca supo cómo reaccionar al vendaval multimediático y populachero que llevó al Alcalde Progreso a afincarse en el Ayuntamiento.

Aquí también cabe agregar que el nombramiento de Bassler como Comisionado Regional fue producto de su alianza con el General Reyes del Río, quien tras la inauguración de la Base Militar Teodoro Roosevelt se había consolidado como el gran aliado de los gringos y como tal podía cumplir con su parte del trato, en el que El Tuerto llevaba años reportándole lo que ocurría dentro del Club de los Espectros. Porque a partir del día en que forjaron su alianza, antes de perder la pluralidad visual que hoy se torna en ironía, El Tuerto fue por muchos años los ojos (y los oídos) de un General que desde niño fue un bicho raro entre la vivaz y petulante sociedad libreña.

Aunque la postura del Tuerto había quedado clara desde el día en que apoyó la censura de las Canicas de Jaimito, no fue sino hasta que hizo públicas sus intenciones de aspirar a la alcaldía, que la Gitana y el Gallego comprendieron hasta dónde llegaba el alcance de sus planes. Por eso fue que, a pesar del genuino desprecio que sentían por los Larrea, terminaron adhiriéndose a la causa de don Adalberto, conscientes de que en este caso la derrota significaba la muerte. Como en efecto ocurrió, el 22 de mayo de 1963, dos días después del golpe militar con el que el General Escipión Reyes del Río se coronó como líder supremo de la patria.  


 

Cancionero

Cancionero libreño

MapaSamuel

Mapa / recorrido (Samuelito)

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